La medicina personalizada se define como el uso de la información genética de un paciente para diseñar estrategias más eficaces en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades. La farmacogenómica es una de sus manifestaciones, aunque no la única; podría utilizarse para predecir, por ejemplo, eventuales complicaciones de cicatrización en cirugía estética, pues las cicatrices queloideas -que consisten en un tumor formado por el tejido fibroso- aparecen en personas predispuestas genéticamente a producir excesiva respuesta tisular ante un trauma cutáneo.
La incorporación de esta nueva área -tan incipiente como prometedora- a la práctica clínica cotidiana afronta no pocos retos, entre los que figuran las dudas sobre la validez de los datos, la preocupación social sobre los posibles usos abusivos de la información genética, y los interrogantes sobre su coste-eficacia.
Sin embargo, el desarrollo asistencial de la medicina personalizada podría recibir un impulso tan peculiar como inesperado: la presión judicial sobre los médicos. Al menos, así lo entiende Gary Marchant, director ejecutivo del Centro para el Estudio del Derecho, la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Estatal de Arizona, en un artículo de análisis publicado en el último número de Personalized Medicine, una revista del grupo Future Medicine, que también edita Pharmacogenomics, el bimensual Nanomedicine y Regenerative Medicine.
Según datos publicados en 1998 en el Journal of the American Medical Association, más de 100.000 pacientes mueren al año en Estados Unidos a causa de efectos secundarios de los medicamentos. Sin embargo, un número cada vez mayor de expertos considera que el uso de test genéticos podría prevenir la repetición de estos incidentes. "Es cada vez más probable que los pacientes que hayan sufrido daños a causa de los efectos secundarios de un medicamento presenten demandas judiciales alegando que tenían un polimorfismo o un biomarcador que les hacía más sensibles al principio activo prescrito y que tal susceptibilidad debería haber sido detectada para optar por otro tratamiento", escribe Marchant. De esta forma, el riesgo de sufrir una demanda por no recurrir a los beneficios terapéuticos de la farmacogenómica podría acelerar el ritmo de su implantacion, afirma el artículo, del que también son autores Robert J. Milligan y Brian Wilhelmi.
Aunque entre los objetivos de una demanda de esta índole figuran las compañías farmacéuticas, la Administración y las aseguradoras sanitarias, e incluso los farmacéuticos hospitalarios, "el blanco fácil son sin duda los médicos. Por un lado, no disponen de los medios de defensa jurídica con que cuentan las grandes corporaciones u organismos; por otro la mayoría de ellos carece de la formación en genética que exige el nuevo mundo de la medicina personalizada".
De hecho, en Estados Unidos ya se han presentado demandas por no indicar la práctica de test genéticos; y en casos en los que sí se llevó a cabo, las reclamaciones alegan presunta negligencia en el modo de realizarlos, interpretarlos o comunicar sus resultados. El próximo paso, predicen los autores, serán las demandas contra médicos por no prescribir test genéticos antes de implantar un tratamiento farmacológico; ya hay un procedimiento judicial abierto de esta índole contra una compañía farmacéutica.
"Lo más probable es que asistamos a un periodo de calma inicial hasta que se produzca alguna condena; en ese momento se desatará una avalancha de demandas, con las consecuencias que esto entraña para los acusados", augura el artículo de Personalized Medicine.
Para estudiar el futuro inmediato y las estrategias de defensa ante un horizonte de este tipo, el Sandra Day O'Connor College of Law -la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Texas- ha organizado, el próximo 2 de marzo, una jornada sobre Retos legales, regulatorios y éticos de la medicina personalizada y el diagnóstico molecular.